En los primeros años de la antigüedad la raza humana no podía salir de su planeta. Un pequeño pero importante punto azul, perdido en la inmensidad del universo.
En aquel magnífico y extraordinario orbe que circunnavegaba una estrella G amarilla, crecía y florecía una raza, la nuestra. La evolución y el descubrimiento de la ciencia no siempre sería benévolos. Hambres, guerras entre sus jóvenes naciones e incluso entre hermanos y padres, fueron una constante a lo largo de la extraña edad del hombre temprano. Durante milenios en hombre solo soñaba con las estrellas y unos pocos genios o ingénuos buscaban, en el vacío del descubrimiento como llenar el vacío del espacio con sus hermanos. Paso a paso, la humanidad empujada por curiosidad sana o malsana conquistaría la navegación oceánica de su planeta. Poco después, un pestañear para la vida de una estrella, su Sol daría luz sobre la conquista de su atmósfera planetaria y el vuelo se haría cada vez más común entre los humanos. En aquella esperanza solamente los locos y los soñadores que dejaban sus fantásticas ideas en la rudimentaria y arcaica escritura, como las estrellas y el universo estaban al alcance.
Sería por casualidad, algunos dicen que empujados por pistas ocultas a simple vista por especies superiores a aquella edad temprana, que los hombres descubrieron como llegar eficazmente a las estrellas. Todo se debe a un joven estudiante de la India, Marvaan Pahvrati. La ecuación de Pahvrati resolvía un problema de tres grandes disciplinas, la matemática, la ingeniería y la física. Combinando las tres, el joven daría con la solución de la Fusión Nuclear. Aquel pequeño paso pero gigante salto de conocimiento llevaría a la humanidad por un tortuoso camino de sangre y gloria.
El conocimiento de aquel padre de la Edad Estelar de la humanidad sería asesinado poco después de que su conocimiento se hiciera público en las redes. El evento conmocionó al mundo y tras esto la política bélica y los viejos resentimientos no se hicieron esperar. El primer ministro de la India llegaría con una acusación y pruebas bajo el brazo de que el joven e inofensivo Pahvrati, había sido eliminado por fuerzas extranjeras. Exactamente por agentes británicos de MI5, el servicio de inteligencia de la Reina. Tales acusaciones y las pruebas demostradas por el primer ministro crearían la sesión más tensa y violenta de las Naciones Unidas, también sería la última.
La India declararía bajo efectos de la ira y la venganza de su mártir la guerra a cualquier interés británico en suelo o territorio Indú, con lo que empezaron por detener y encarcelar a todo civil en el territorio. Los militares entrarían en las embajadas y consulados por sorpresa llevando a cárceles secretas a todos los integrantes de dichos edificios y trasatlánticos de turistas serían puestos bajo arresto portuario. Tal escalada de tensión se extendería por todo el globo y afectaría a todas las naciones como un reguero de pólvora negra. Los acontecimientos iniciados por los Indios tuvieron a las 72 horas una dura respuesta del principal aliado de los británicos, los Estados Unidos de América declararían al personal Indio non grato en su país hasta que deshicieran la situación contra los ciudadanos aliados, seguidos de fuertes bloqueos comerciales y el primer bloqueo militar de un país asiático con dos flotas de guerra.
Las siguientes semanas serían más tensas entre las naciones. Pakistán aprovecharía la situación para posicionarse con los americanos, los países de la OTAN se vieron obligados y presionados a actuar a favor de Gran Bretaña por los juramentos que los vinculaban en la defensa mutua, aunque se sabe que los grandes países de la Unión Europea no estaban muy conformes con la escalada de tensión y así lo harían saber a través del portavoz de la Unión en varias conferencias públicas.
Todo se descontrolaría seis semanas tras el asesinato de Pahvrati. Una fragata estadounidense sería derribada por un destructor Ruso que, junto a una flota militar de apoyo buscaba abrirse paso para llegar a costas Indúes. El manifiesto de carga, víveres de socorro y medicamentos. Sería el principio del fín. Estados Unidos y Rusia entrarían en guerra el 26 de Mayo a las 13:00, tras ellos sus aliados, en el medio del conflicto un total de 1400 millones de inocentes.
Las hostilidades entre ambos bloques formados a lo largo de los 4 años de contienda no nuclear dividirían al mundo en polos totalmente opuestos. Los campos de batalla volvieron a la vieja Europa, al maltratado continente africano, por las verdes junglas asiáticas y en un audaz movimiento nunca antes pensado ni llevado a cabo en consideración. A la costa Oeste de los Estados Unidos. La Tercera Guerra Mundial rubricaría un antes y un después en todos los aspectos de aquella prometedora y joven raza, que en cuestión de un suspiro estaba a punto de autodestruirse y borrarse del mapa.
El planeta, antes azúl y próspero, lleno de vida e ilusiones, conocimiento y arte; se había transformado en una jaula de horror y sufrimiento, donde los padres lloraban a los hijos, un lugar en el que la luz de las bombas iluminaba las noches y en el que todos los seres humanos por primera vez, ciertamente eran iguales, pues a lo largo del planeta todos morían igualmente, lo único que los diferenciaba era la manera de fallecer. No quedaban países ricos o pobres, ahora todos eran enemigos, asesinos o exterminados, y en la mayoría de las ocasiones, todas las opciones al mismo tiempo.
Sería la última decisión del presidente Vladimir Putin la que marcaría un punto y a parte. La Guerra Nuclear Total. Con los ejércitos diezmados en todos los bandos, con los recursos agotados para ingeniosas maniobras bélicas, con la población desmembrada sin sentido, solo quedaba la última forma de ganar, y pulsando el botón rojo, con un simple giro de llave, los misiles de la antigua madre patria volaron a sus destinos predefinidos. Actos de respuesta por medio mundo, medidas de contención del ataque ruso se desplegarían en aquellos que aún tenían fuerza nuclear efectiva. La humanidad estaba a unas pocas horas de despertar en la peor de sus pesadillas, el Apocalipsis.
Solo uno de los misiles llegaría a hacer explosión, Berlín sería un recuerdo al que nunca se le olvidaría, ahora junto a sus funestas hermanas de las islas niponas. El resto de los misiles, de uno y otro bando serían destruidos en pleno vuelo por el cielo mismo. Aquellos que presenciaron tal evento dicen que Dios, Alá, Jehová, Bisnú, Buda, extendieron su ira, abrieron los cielos y destruyeron la estupidez humana. Bajando de los cielos en sus carros, nos salvaron una última vez.
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